La Mujer...

sábado, 15 de septiembre de 2007

Casas sobre casas....por Irma


Recuerdan las casitas de las que les hablé en mi relato de la Paloma Blanca…Éste es el episodio.

Mis primitos y yo, en la foto,
Alejandrito a mi izquierda, Guillermito a mi derecha con caras de yo no fuí....
evadíamos la pesadilla de los grandes… y salimos a volar por las azoteas de las casas contiguas…
Mundo fantástico, inexplorado sugerente de miles de esas cosas que conforman la experiencia…eso que no conocíamos que existía…
Además, no era mucho el esfuerzo, las casas estaban adheridas unas a las otras, como escalones en ascenso hacia lo desconocido lo inexplorado….y observábamos con curiosidad esas casitas sobre casas…. Que nos invitaban a adentrarnos en sus mundos…tal como el agujero por el que entró Alicia a su país de las Maravillas… a meter nuestras cabezas claro pequeñitas con ávidos y vivaces ojos, entre sus ventanitas, esas que se formaban al ensamblar los cuatro bloques debidamente instalados en cuadrados perfectos con sus techitos… Eran los respiraderos de los sanitarios… Un trío de 5, 7 y 9 años…Protagonistas de esta historia, el mayor Guillermo, el segundo Alejandro, quien hace pocos años se fue de visita al lugar donde voló mi Paloma Blanca... ha muerto…y, yo…la niña y la más pequeña de los tres. Veíamos a la gente…y reíamos… salíamos corriendo…Invadíamos sus intimidades, sentadas en sus tronos, muchos abstraídos en recuerdos, otros pensando en la inmortalidad del cangrejo, otros leyendo un periódico para matar dos pájaros de un solo tiro, en fin, no perder el tiempo, otros silbando y cantando, haciendo coro con la música de la caída de agua, bañándose…Sintiéndose felices, sus manos recorriéndolos a cada palmo, enjabonándose, refrescándose y liberándose de sus impurezas…equilibrados.
Pero un día de esos…
Ahhh… niños fisgones y traviesos… asomamos nuestras cabecitas como tantas veces y… Zásss….nos topamos con una imagen, una escena inesperada, incomprensible, al menos para mi que era la más pequeña… había una pareja… cuerpos tan adheridos que parecían siameses, podían tatuarse, era difícil saber donde comenzaban y terminaban los límites… Bailando una especie de danza donde la música no se podía oír pero se intuía por el ritmo sinuoso, ondeante...cadencioso… ¡Susto! Adrenalina pura…desbordada, percepción del olor natural de la esencia misma…
Al unísono sentimos el peligro…transitábamos el mundo de lo desconocido, del “…está mal lo que estábamos haciendo” nosotros… no sabíamos si ellos.
La trasgresión de los espacios ajenos con nuestra no invitada presencia…invasores… espectadores de una obra inexplicable, indescifrable que no podíamos compartir con nadie ni con nosotros mismos…cómplices… fue tal la impresión que casi se nos atoran las cabezas en los agujeros, nos hubiesen descubierto.
Gracias a Dios no, imagino que no se les estaría contando.
Irma




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